Las viviendas a la carta ganan terreno

En la cooperativa Vimufa, que está a punto de comenzar la construcción de una promoción de pisos en la localidad de Boadilla del Monte (Madrid), cada socio elige la planta, los metros cuadrados y, con la ayuda del arquitecto Juan Ignacio Mera y su equipo, decide su distribución interior.

El límite lo marca la superficie de cada planta, de más de 1.000 metros cuadrados. "El primero que llega elige planta y si aún está disponible se puede hacer un piso de 1.000 metros cuadrados; si ya hay alguna vivienda diseñada, se va limitando a lo que queda, hasta que se completa la planta. No hay ningún piso inferior a 100 metros ni superior a 300 metros", señala Rafael Román, director de la cooperativa, constituida en 1991 por iniciativa de la Mutualidad de la Policía. El Edificio Acantilado 2, compuesto por 25 viviendas con un precio medio de adjudicación inferior a los 2.500 euros por metro cuadrado, es su segunda promoción de pisos a la carta. En la primera, galardonada por el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, quien quiso se reservó edificabilidad para poder ampliar el piso en el futuro trasladando los cerramientos exteriores (grandes ventanales de suelo a techo).
El socio decide si quiere cristal en lugar de una pared, más o menos habitaciones o si prefiere una única estancia totalmente diáfana. En definitiva, ninguna vivienda es igual a otra. Por aquí pasa precisamente el futuro del sistema cooperativo en España: casas a la carta, a medida -algo ya habitual en el mercado de viviendas de lujo-, pero a precio de coste.  
"Los tiempos en los que el comprador se tenía que quedar con lo que le ofrecían y a cualquier precio, porque si no había otro en la cola para comprar el piso, se han terminado. Y creemos y confiamos en que no volverán", explican en Domo Gestora. El nuevo comprador de una vivienda en cooperativa quiere decidir algo más que el tipo de azulejo o el color de las puertas. Quiere una casa a su gusto y a precio de riguroso coste.

Las grandes gestoras han sido las primeras en darse cuenta de que la personalización en el mundo cooperativo es un valor añadido que no tiene rival. "Prueba de ello es que en el nuevo barrio de Valdebebas, en Madrid, tenemos todas nuestras promociones cubiertas, cuando muchas de las colindantes, incluso después de haber entregado las llaves, siguen teniendo viviendas sin adjudicar o vender”, cuenta Perucho.  
Si en los coches se hace, ¿por qué no en las casas? Y con más motivo. "Las viviendas encorsetadas hoy en día no tienen sentido. Cuando compras un vehículo tienes multitud de opciones para adaptarlo a tus gustos; en una vivienda esta necesidad es mucho más necesaria, sobre todo por cuestiones de funcionalidad", indica Juan José Perucho Rodríguez, director general de Grupo Ibosa. 
Fuera de una cooperativa, personalizar suele significar sobrecoste. La principal ventaja de este régimen jurídico es la de construir viviendas a precio de coste, así que la personalización se hace a cambio de nada, salvo el tiempo que se tarda en adaptar un proyecto a la medida de cada comprador -de uno a dos meses, dependiendo del número de viviendas de la promoción-.En las cooperativas tradicionales se puede dar a elegir el acabado de la carpintería interior y alicatados entre dos o tres modelos. "En nuestro caso, hay viviendas que se han reconfigurado a diáfanas totalmente (salvo los baños), se han agrandado cocinas o salones, eliminado aseos, agrupado dormitorios, se han convertido dormitorios en vestidores o se han reubicado los armarios", explican en esta gestora. El ejemplo de inmuebles a la carta más grande de este grupo son los 443 que va a levantar en Cuatro Caminos (solar actualmente ocupado por las antiguas cocheras de Metro de Madrid), con precios desde 131.000 euros más IVA hasta 970.000 euros más IVA. 

Para Domo Gestora, las viviendas a la carta son ya el presente en el sector de las cooperativas. "Si puede dar respuesta a sus demandas, sin duda la cooperativa se cubrirá antes y la viabilidad de la promoción irá confirmándose. Los clientes tienen bastante claro lo que buscan y todas las peticiones suelen ser razonables", explica esta gestora, en cuyas promociones actuales ofrece opciones de personalización.
Otra cosa es la mejora de las calidades, que sí suponen un sobrecoste que el socio puede aceptar o no. Es una ventaja de la promoción de viviendas en régimen cooperativo, "el que los socios puedan acceder a una casa con calidades que pueden mejorar según sus posibilidades económicas, fundamentalmente las referidas a la superficie del alojamiento, su distribución y el número de habitaciones", señala Alfonso Vázquez Fraile, presidente de la Confederación de Cooperativas de Viviendas de España (Concovi). No ha sido esta la tónica general en años anteriores, pero la crisis ha puesto blanco sobre negro y actualmente el centro de la actividad promotora debe pasar por satisfacer al cliente. 
Las modificaciones que solicitan los socios con más frecuencia son cambios de distribución, unión de dos viviendas, conversión de una grande en dos más pequeñas y elección de todas las calidades (a elegir entre tres paquetes, para racionalizar los cambios): solados, carpintería, pintura, aire acondicionado, domótica...
El límite lo marca el tamaño de la promoción: cuanto más grande, más difícil se hace. Tan solo cuando se trata de pocas viviendas puede elegirse planta y superficie. Y resulta imposible cuando superan los 50 pisos, explica el director de Vimufa.
"Como lo normal es que una cooperativa promocione más de 100 viviendas, esta selección es imposible y lo que sí se puede hacer es atender mejoras en las unidades constructivas", indica Vázquez Fraile, de Concovi. Pone otro ejemplo. La cooperativa Jardín de Europa, en Valdebebas, constituida entre familias numerosas, ha construido un edificio de viviendas a demanda de sus usuarios. La nota característica ha sido la habitación denominada Más Uno que, situada en el recibidor, tiene múltiples posibilidades: habitación con baño para servicio, despacho independiente, aumento de la superficie de la cocina, despensa o un nuevo baño.
VIA@El Pais

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