Desde 2008 a 2013, el modelo inmobiliario en España ha sufrido una transformación total, gracias tanto a reformas propiciadas internamente como a variables exógenas relacionadas con los mercados de capitales y la globalización. Nuestro mercado inmobiliario ha mejorado no sólo por el ajuste real producido, sino también por comparativa con los países de nuestro entorno y con los riesgos latentes en países emergentes. Es difícil discernir si España está de moda en el mundo inmobiliario por méritos propios o más bien por descarte de otros países y sectores, países más caros y productos de inversión financiera poco atractivos.
Entre las medidas transformadoras que sabemos están sirviendo de ejemplo en otros países de la zona euro están: la reordenación del sistema financiero, Sareb como dinamizador de la oferta y demanda y la adaptación de las Socimis a la realidad fiscal europea. El mercado inmobiliario ha ajustado costes y precios de los activos de forma lenta, pero al final se ha llegado al punto donde la demanda y la oferta cruzan de forma recurrente, dotando liquidez.
Todo en un contexto de mejora de la financiación, con entidades dando más préstamos de forma progresiva y generalizada en distintos segmentos: residencial, logístico o incluso comercial. Y a su vez con otros actores que además de invertir capital están dispuestos a financiar desarrollos con sentido real económico.
Los inversores internacionales más relevantes de EEUU y Asia están confiando plenamente en las capacidades del sector inmobiliario español y en el desarrollo de nuestra economía. Nosotros también hemos de creer en nuestro potencial, alrededor de las ciudades, del turismo, del comercio y de las necesidades de una Europa envejecida que se mueve con facilidad. La tecnología, la rehabilitación de ciudad o costa y el ahorro energético deben ser palancas para generar industria y empleo en el sector.
Los nuevos actores de mercados operan globalmente (Reits, Fondos procedentes de EEUU y Asia) y están continuamente comparando mercados, segmentos y países, por lo que la competitividad del sector es esencial. Ahora la tarea de todos, inversores locales, internacionales, entidades financieras, instituciones, etc. es consolidar la atmósfera de confianza y optimismo mesurado. Todo un acto de equilibrio.
VIA@elmundo
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